Los orígenes míticos del tequila y el pulque se consignan en Histoire du Mexique, traducida por Elisa Ramírez Castañeda en Arqueología Mexicana “Los Dioses de Mesoamérica” que es una de las pocas fuentes primarias donde encontramos referencias a los terribles tzitzimime (demonios celestiales de la oscuridad que proyectan su constante amenaza sobre el mundo). Estos demonios nocturnos, casi siempre femeninos, son las estrellas, que cada amanecer y anochecer combaten contra el sol.
Los códices Aztecas o Mexicas nos explican que en el orígen de esta quinta epoca del mundo los Mexicanos eran asolados por una diosa mala y cruel que les permitía solamente algunas horas de luz por día siempre y cuando le ofrecieran suficientes sacrificios, era muy simple, no sacrificios, no luz. Quetzalcoatl consideró esta situación injusta y por lo tanto fué en busca de Tzitzimime al espacio entre las estrellas. Cuando llega a su guarida se encuentra que no esta pero por el contrario encuentra una bella princesa, nieta de Tzitzimime, a quien tiene cautiva. Quetzalcoatl rescata a esta bella princesa llamada Mayahuel y la trae al mundo donde se enamora perdidamente de ella creando el amor en el mundo. Para poder vivir su romance sin temor a Tzitzimime, Quetzalcoatl y Mayahuel se convierten en plantas. Cuando el viento soplaba ellos se acariciaban al roce de sus ramas con sus hojas. Finalmente los sacerdotes de la cruel Tzitzimime se enteran de donde estan ocultos. Tzitzimime deciende de entre las estrellas y destroza a la princesa Mayahuel en cientos de trizas dejándolos esparcidos por los campos. Los Dioses, amigos de Quetzalcoatl, lo ven sufrir la perdida de su amada y le ayudan a recuperar los restos esparcidos. Mientras los dioses Xolotl y otros hacian esto, notaron que un ratoncito saltaba y gritaba de feliciadad mientras ruñia una planta de agave fermentado, entonces se le ocurrió una idea al Dios Xolotl. Fué así como los dioses amigos de Quetzalcoatl crearon de los restos de Mayahuel las plantas de agave de donde sacar la bebida que le haría olvidar su tristeza a Quetzalcoatl. Es así como la mitología Mexica adora desde entonces a esta diosa de la fertilidad y la felicidad. Fuentes: Codice Boturini, Codice Borgia, Codice Laud, otras.
En la mitología azteca el símbolo de la fecundidad era la Diosa Mayahuel, quien fue convertida en maguey para darle a los hombres los dones necesarios para su supervivencia. La esplendorosa diosa, es madre de los 400 conejos (Centzon que significa 400 y Totochtin “conejos” ) o también puede adjudicarse el calificativo de los 400 estados de embriaguez que sufre el hombre por el consumo excesivo del etílico. La diosa tenía cuatrocientos pechos para poder alimentar a sus hijos, los aztecas. El número 400 es un número que los Mexicas usaban para referirse a ¨lo que ya no se puede contar¨. Mayahuel, es el centro del maguey rodeado por las pencas entrelazadas, refiriéndose a los “brazos” que florecen para ayudar al mismo pueblo. Esta diosa estaba casada con Petacatl, quien representaba a algunas plantas que ayudaban a la fermentación del pulque, lo que provocaba que la bebida adquiriera poderes mágicos.
Una leyenda cuenta que en una tormenta los rayos cayeron sobre plantas de agave y cocieron su corazón, lo que provocó que al cocer sus almidones, se convirtieran en una clase de miel y al probarlo los indígenas fue considerado una dádiva divina de Mayahuel, por lo tanto, le rindieron culto en sus ritos ceremoniales por considerarlo planta sagrada. Uno de los registros más antiguos data del códice prehispánico conocido como el “Tonalmatl”, que en Náhuatl significa “Tira de peregrinación Azteca”, la que narra la historia del pueblo de México.
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Las personas consideraban que el maguey era una planta de nutrimento esencial y solamente eran autorizadas para beberlo, los “mayores de edad” considerados los sabios de cada comunidad (viejos que habían trabajado en la guerra), las mujeres embarazadas, los jugadores de pelota (a punto de morir en celebración religiosa) y los enfermos por prescripción de los curanderos. Aquel que lo bebía sin permiso tenía peligro de perder su vida. El “octli” se identificó bajo el doble aspecto social y religioso, como bebida ritual, el licor sacrificial de los guerreros vencidos, era teoctli, el “octli de dios”, según se lee en el informe de Tezozómoc, al referir la conquista de las provincias de Tepeácac y Tecamachalco, en el tiempo de Moctezuma. Al regreso de los mexicanos vencedores con los guerreros enemigos vencidos, fue ofrecido a estos últimos “un brebaje llamado teoctli”.
Este mismo carácter divino tenía el maguey donde los hechiceros de Tzitzimime: Huitzilopochtli, Titlacauan y Tlacauepan sacaron la bebida del agave para hacer beber al Dios bueno Quetzalcóatl, le dieron tanta bebida que le hicieron perder la cabeza a Quetzalcóatl cometiendo hechos aberrantes para los estandares Mechicas. Diego Rivera en sus murales más importantes sobre la historia de México lo expresa maravillosamente. Posteriormente lleno de vergüenza Quetzalcoatl se autosacrifica en el centro del volcan hasta ¨quemar¨ y purificar sus pecados, esto no basta y se auto exilia en los mares del este prometiendo volver por la revancha contra Tzitzimime y poder gobernar su noble pueblo Mechica. Cuando llega Hernán Cortez los Antigüos mexicanos creen que Quetzalcoatl ha regresado pero rápidamente se hace aparente su maldad y crueldad hacia este pueblo y se hace evidente que Hernán Cortez NO es Quetzalcoatl. Recordemos que con el reinado de Tzitzimime es necesario los sacrificios humanos porque Ella los exigía asi, mientras que Quetzalcoatl los consideraba innecesarios y se oponía a estos.
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Según el artículo de Dionisio Rodríguez Cabrera “El Mural de los Bebedores de Cholula, Puebla” publicado en Arqueología Mexicana, hay que considerar también que se han encontrado en Cholula, Puebla un mural conocido como “de los bebedores”, donde los personajes celebran un ritual que se refiere a la ingesta de una bebida embriagante, diferente de otras escenas conocidas hasta el momento en Bonampak, Monte Albán y Teotihuacán. Este mural fue descubierto accidentalmente en marzo de 1971 por el Arqueólogo Ponciano Salazar Ortegón cuando exploraba el Edificio 3-A-1 ya que al colapsarse parte del talud quedó visible uno de los personajes. Como resultado del análisis de los restos cerámicos se determinó que la construcción del edificio corresponde a la fase Cholula II (esto es, 200 d.C.)
Por otro lado, los nahuas, distinguían varias especies y variedades de magueyes pulqueros, pero en el caso referido solamente una era adecuada: “el metl de dios”. Por ello, fue el pulque la bebida para ser tomada en el sacrificio de los valientes que habían de caer “no en el campo de batalla sino en la piedra de sacrificio", y en otras circunstancias bajo otro nombre y otras condiciones menos estrictas, como una bebida del pueblo.
En el pulque ceremonial, como relata Sahagún: “Nadie había de beber pulque sin que primero se derramase un poco en la orilla del hogar. Ponían, un lebrillo cerca del fuego; de allí tomaban el vaso, y derramaban al canto (en el marco de la puerta) una parte del vaso de aquel pulque; hecho lo cual, bebían los convidados. Antes de esto, nadie osaba beber; y a este ritual le llamaban tlatoianliliztli, que quiere decir libatio. De ahí quizás, la costumbre hasta nuestros días de derramar algo de pulque.
Al llegar los conquistadores, en los estados de Jalisco, Nayarit, Colima y Aguascalientes, los indios ticuila o tiquilinos elaboraban un aguardiente de la planta del agave, que era únicamente bebido en fiestas y ceremonias religiosas (año nuevo) y cuando los españoles lo probaron, adquirieron la costumbre de beberlo en labores del campo, en un cuerno de vaca, encima de su caballo, ahí nació lo que conocemos como el tradicional “caballito” (vaso en forma de cono para beber nuestro tradicional tequila). Recordemos que justo a espaldas del Cerro de Tequila se encuentra el centro ceremonial denominado “Guachimontones” con pirámides circulares donde los arqueólogos estiman se realizaba la ceremonia del “año nuevo”, la cual consistía en bajar de un poste de madera 4 hombres colgados de un “mecate” amarrado en los pies para descender 13 vueltas cada individuo (representando los 4 puntos cardinales al principio, los que descienden y uno adicional, es el que queda arriba en el poste). Porque 13 vueltas por 4 dan 52, las cuales son las semanas de nuestro calendario para dar como resultado los 365 días del año. El principal Dios de culto de este centro ceremonial era Ehecatl (Dios del Viento) por eso “volaban” para hacerlo a manera de ofrenda. Otro de los aspectos particulares del área es la representación en cerámica de su vida ordinaria, la cual se encuentra en el museo de sitio, muy cerca del centro ceremonial arqueológico en medio del pueblo de Teuchitlán. Debido a que no se conoce con exactitud y registros la clase de naturales que habitaba esta región tan impresionante, se le asignó la denominación de “Tradición Teuchitlán”. Estos naturales tenían contacto con Perú porque se encontró cerámica con técnicas de allá.
Según lo relata Oscar de la Borbolla en su artículo “La muerte y sus sentidos” en la revista México Indígena, otro de los aspectos interesantes de la cultura azteca, también existe en la “Tradición Teuchitlán” es su forma de culto a la muerte, donde observaremos casas en miniatura con los habitantes y un perro, el cual lo enterraban en la entrada de la casa del difunto para que acompañara a su amo en su viaje al Mictlán hacia la peregrinación de nueve regiones, la primera era conocida como un caudaloso río, el “Chignahuapan”, que es la prueba a la que los someten los dioses infernales, en donde el canino ayudaba al amo a cruzar dicho río. “El alma después pasa entre dos montañas que se juntan para en tercer lugar pasar por una montaña de obsidiana; sigue su caminar y en cuarto lugar pasa por donde sopla un viento helado que corta como si éste llevara navajas de obsidiana; más adelante por donde flotan las banderas; en sexto lugar es un sitio en que flechan al ánima; en el séptimo en el inframundo están las fieras que comen los corazones; en el octavo se pasa por lugares entre piedras estrechos y en el noveno y último, el “Chignahumictlan”, donde descansan o desaparecen las almas.
La muerte para los aztecas representa, entonces, un traspasar esta vida en dirección hacia los cuatro puntos cardinales, para encontrar en cada caso alguna forma de prolongar su alma. Por eso es tan recordada en los altares de muertos tan mexicanos.”
Fuente del libro sobre el Origen del Tequila de Bernardo Torres.